Cuando todo hacia presagiar que tendríamos que esperar para ver en los altares a  Juan Pablo II, Benedicto XVI sorprende  al mundo anunciando ayer mismo que el próximo 1 de mayo será beatificado. Enseguida algunos se han puesto a elucubrar que la fecha elegida es un intento del Papa por quitarle importancia a la celebración del día de los trabajadores;  otros en cambio, han dicho,  que es un homenaje a un pontifice que de joven trabajó en una empresa química.., la realidad es que ese día, segundo domingo de Pascua  la iglesia celebra a la Divina misericordia, el Papa que canonizó a Sor María Faustina Kowalska será elevado a los altares en la fiesta que el mismo impulsó de manera entusiasta: “En todo el mundo el Segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”.

Como en el caso de la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Benedicto XVI decretó el comienzo del proceso antes del tiempo establecido, pero   la causa de beatificación ha seguido los pasos ordinarios previstos para cualquier causa; y entre todos los posibles milagros que estaban en estudio, ha sido uno, el de la hermana Marie Simon Pierre, el que ha resultado determinante. Los 20.000 peregrinos de media diaria que han visitado en la cripta vaticana la tumba del Papa polaco, nos han mostrado durante todo este tiempo que su memoria ha estado siempre viva y que en ningún momento se ha oscurecido.

La mayor parte de mi vida ha trascurrido en el pontificado de Juan Pablo II; he tenido varias ocasiones  de verle y escucharle en directo; ya en Roma, he podido rezar delante de su tumba muchas veces, algunas  para rogar su intercesión en asuntos personales, en otras, por petición expresa de alguna persona que me había pedido lo hiciera en su nombre. En mi último curso en la ciudad eterna me da especial alegría poder participar de esta beatificación. Roma estará como en las grandes ocasiones llena de peregrinos de todas partes. El testimonio de aquel Papa venido de lejos para regir los destinos de la Iglesia durante 27 años va a seguir alumbrando la vida de la Iglesia en las próximas generaciones.