Esta tarde ha hecho Mario Vargas Llosa su discurso de aceptación del premio Nobel de literatura. Recomiendo leerlo entero, no tiene desperdicio. Lo ha comenzado diciendo que aprender a leer cambió su vida: «la lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño»; y  casi lo finalizaba, reconociendo emocionado lo que su esposa ha significado para él: «sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico». Son, según reconocía, las dos cosas más importantes que le han sucedido en la vida.

Una declaración de amor y de principios, que  deja al descubierto los pilares fundamentales que sustentan su existencia y sin los cuales no es posible comprender  al hombre y al escritor: la lectura,  que le dio la posibilidad de vivir mil historias diversas, y el amor, que ha sido una llamada constante al realismo: «Mi mujer es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: «Mario, para lo único que tú sirves es para escribir».

 Él, que vive la batalla de las ideas desde la trinchera de las palabras descubría que «quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto». Me parece que en Vargas Llosa se hacen presentes la historia y la búsqueda de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo. La cartografía de la que habla la academia para justificar la concesión de este premio, tiene sus coordenadas fundamentales no solo en su obra, hay que buscarlas sobre todo en su vida.