Los dos países más poblados del planeta son China e  India y  ambos se encuentran en el continente asiático. Pero el tercero, es un territorio plurinacional, sin fronteras conocidas, cuyos habitantes están repartidos por todas partes. Me refiero a  Facebook, un “país” de 400 millones de ciudadanos y creciendo. No es de extrañar que Benedicto XVI haya invitado a los cristianos a unirse a la Red Social en su  mensaje para la jornada de las comunicaciones sociales de este año: “no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana”.

Algunos la han descubierto como un excelente medio para poner en relación a las personas, otros gracias a ella han podido recuperar viejas amistades. Las posibilidades son muchas, también los riesgos. Precisamente hoy leía en un blog una queja inquietante:  » para qué quiero 1 millón de amigos, fans o followers si ninguno me sirve cuando necesito que me sigan en una causa, que me apoyen en una necesidad, que me critiquen si me equivoco o ni siquiera me feliciten cuando cumplo años… ¿para qué?» La verdad es que no podemos tratar con la misma dedicación a un pequeño grupo de amigos, que a  una larga lista de gente más o menos conocida. Recordamos aquel viejo dicho: «conocidos muchos, amigos, pocos».

Nuestra inquietud nos puede ayudar a  descubrir en esta herramienta  mil oportunidades. Como nos recuerda el Papa, con ella podemos comunicarnos, establecer un diálogo y tejer entre nosotros relaciones positivas. Estamos inmersos en un  mundo que cambia muy rapidamente,  debemos de esforzarnos para que estos medios se pongan al servicio del hombre, para que en sus profundidades no se diluya nuestra propia vida interior, para que no terminemos reduciendo nuestras relaciones personales al mundo que se refleja en la pantalla del ordenador.

¿Podemos hablar de un «estilo cristiano» en la  Red Social? Sí, porque nuestra presencia debe trasparentar lo que somos y lo que nos esforzamos en vivir; en palabras del Papa “no se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia”.